miércoles, 30 de abril de 2008

El trabajo posibilita la realización del Ser Humano

1 de Mayo

Día Internacional del Trabajo


Por: MIGUEL ANGEL JAIMES DUARTE. Pbro.
Delegado Arquidiocesano de Pastoral Obrera


A todos los hombres y mujeres trabajadores que tienen estabilidad laboral, a los constructores de nuevas empresas, a los que luchan por subsistir con el llamado trabajo informal, a los que a diario buscan empleo digno, Cristo resucitado mantenga viva su esperanza en la construcción de un mundo mejor.

El trabajo humano se caracteriza por su complejidad y diversidad, a la vez que con frecuencia está estrechamente relacionado con el mundo de la pobreza y de la marginación. Hecho a imagen y semejanza de Dios (cf. Gén 1, 26) y puesto en la tierra para que la dominase (cf. ibid. 1, 28), el hombre está por ello, desde el principio, llamado al trabajo. Es una de las características que distingue a la persona de las demás criaturas.

Gracias a miles de hombres y mujeres que en los siglos XIX y XX lucharon por la dignidad, el respeto y los derechos de los trabajadores, hay actualmente en nuestro entorno un conjunto de leyes que los amparan. Sin embargo, no debemos olvidar tampoco el abismo existente entre el mundo laboral de los países de occidente y el de los que pertenecen al tercer y cuarto mundos, donde continúa la explotación infantil, el expolio de la tierra, el robo de los recursos por parte de las multinacionales y las condiciones laborales infrahumanas.

Entre nosotros, o muy cerca, existen personas que sufren la precariedad, las malas condiciones de trabajo, los accidentes laborales, desempleo, la marginación y exclusión por falta de un empleo; mujeres que sufren la desigualdad en el trabajo y soportan una doble jornada dentro y fuera de casa; familias que tienen que estar separadas por motivos laborales, sin tiempo para dedicarse a las relaciones personales y sociales, a la educación de los hijos; emigrantes que salen de nuestro país en busca de trabajo y encuentran dificultades para acceder a un empleo digno, y su derecho a estructurar su vida personal y familiar.

La misión del cristiano, frente a esta realidad consiste en que los obreros cristianos, desde una comunión profunda con Cristo y amor a los más débiles, sepan dar el testimonio cristiano que propicie un cambio en la sociedad para que se conforme a los postulados del Evangelio de Jesucristo y no a los del sistema “muchas veces imperante” en el que goza de preferencia la economía, el consumo y la competencia, lo que termina por dañar a los más empobrecidos.

El trabajador cristiano ha de contrarrestar esta cultura viviendo y demostrando que lo esencial no es tener más, sino vivir con dignidad, sin olvidar a los demás, convencidos del valor supremo de la vida humana. “La verdadera dignidad del hombre, escribió el Papa Juan XXIII, no se mide por el oropel de los resultados… sino por las disposiciones interiores de honradez y buena voluntad.”

La fecha del 1 de mayo va inseparablemente unida al mundo del trabajo desde aquel lejano 1886 en que murieron, en Chicago, un grupo de militantes del Movimiento Obrero.

En esa fecha la liturgia de la Iglesia contempla la figura evangélica de San José Obrero. Con su trabajo de carpintero sostuvo el hogar de Nazaret en el que crecía en “edad y sabiduría” el Salvador y Redentor de la humanidad. A su lado aprendió este oficio Jesucristo el Hijo de Dios. Sus manos trabajaron la madera y su frente conoció el sudor. Dejó muy claro que el trabajo ennoblece y dignifica a la persona.

Sólo me queda expresarles mi deseo e invitación para encomendar también, especialmente ante el Patriarca San José Obrero, a todos los trabajadores y trabajadoras, a sus familias, asociaciones y organizaciones obreras, en solicitud de un trabajo digno para todos.

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